Los viajeros medievales by Maria Serena Mazzi

autor:Maria Serena Mazzi [Serena Mazzi, Maria]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788491142492
editor: A. Machado Libros
publicado: 2018-11-28T23:00:00+00:00

En estas sugerentes imágenes que nos proporciona la narración, que parecen revivir ante nosotros esa urgencia para armarse, la firme decisión de no huir sino de embestir con el espolón al adversario, el avistamiento de la nave enemiga que acaba escabulléndose fingiendo amistad, el estado de ánimo de quien narra se percibe también resuelto y desafiante, por mucho que, conviene recordarlo, no se tratara más que de piadoso fraile en devota peregrinación.

A partir de comienzos del siglo XIV el gobierno veneciano había comenzado a patrullar regularmente las aguas de su golfo. Venecia no fue la única potencia marítima que puso en marcha un servicio de vigilancia y seguridad, y también de protección, que facilitara la travesía de naves indefensas o vulnerables; tampoco el alcance de este servicio se limitaba a las aguas del Adriático. Tres unidades bien armadas y equipadas zarpaban cada año al comenzar la primavera y volvían a finales de otoño. Durante casi seis meses navegaban por una zona que con el paso del tiempo se amplió mucho más allá de los límites que marcaba el canal de Otranto, entrada natural del golfo de Venecia, que, a su vez, era el nombre con el que comúnmente se conocía y demarcaba el Adriático 158.

Los piratas en al mar y los salteadores en los caminos hacían difícil el desplazamiento de todo aquel que pretendía viajar pacíficamente, por lo que no se sentía con la necesidad de hacerse con una escolta armada, o si la necesitaba, resultaba escasa. 'Malandrines y ladronzuelos' se esconden en los bosques, en los pasos 'oscurísimos', en los lugares más solitarios y más alejados del control de la autoridad. Algunas zonas sobresalen por su peligro: el bosque del lago de Nemi, en el Lazio, se conoce como 'Capanna de Tiberio', una enorme extensión arbolada 'muy peligrosa a causa de los ladrones' 159 ; las zonas más impracticables del sur peninsular italiano y Sicilia tienen fama de ser casa de delincuentes… Estas y muchas más conservarán esta fama durante largo tiempo. Según el cronista inglés Guillermo de Malmesbury, a mediados del siglo XI los caminos italianos estaban tan llenos de bandidos que hicieron que muchos peregrinos desistieran de su idea de marchar a Roma. Hordas de ladrones asaltaban a los caminantes sin concederles escapatoria, a menos de que les acompañara una aguerrida escolta que ejerciera en ellos un efecto disuasorio 160. Pero los paisajes ingleses no tenían por qué envidiar a los de Italia ni a los espesos bosques de Francia, de Alemania o de España: en definitiva, de Europa entera. En 1248, un poco antes de la pascua, dos comerciantes provenientes de Brabante que habían sido víctimas de robo en el desfiladero de Alton pidieron audiencia ante el rey Enrique III, quien, por aquel entonces, tenía su corte en Winchester. Allí pidieron justicia, en un tono mezcla de ruego y también de amenaza para los bienes de los mercaderes ingleses en Brabante. La razón era que habían reconocido a uno de los ladrones entre los cortesanos. En

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